Tras la derrota de los remanentes de las fuerzas expedicionarias francesas y conservadoras mexicanas, el famoso político liberal Benito Juárez García, se alza con el triunfo de la república y entra triunfante a la ciudad de México.
El injustamente llamado usurpador, Maximiliano de Habsburgo, apenas había sido fusilado el 19 de junio de 1867, en el Cerro de las Campanas, ciudad de Querétaro, Qro. La salida de los contingentes expedicionarios europeos, que Napoleón III había ordenado en previsión de la necesidad de tropas ante su futura e inevitable guerra con Prusia, había dejado al Emperador Maximiliano de Habsburgo en franca desventaja contra los ejércitos republicanos de Juárez y Porfirio Díaz entre otros.
Casi un mes después, ya con el II Imperio totalmente derrotado, con el control político, y militar de la nación, Benito Juárez tras recibir las felicitaciones de las autoridades civiles capitalinas, se dirigió a Palacio Nacional, para de manera inmediata expedir un manifiesto de concordia y paz para todo el pueblo.
Es aquí, como parte de este manifiesto, donde se encuentra la celebérrima frase que a la vez es parte indisoluble tanto de la historia personal del personaje como de la historia misma del México Republicano: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Aunque el texto completo del manifiesto no desmerece, en forma alguna, ante el impacto de la famosa frase, y que esta misma ocasionalmente se cita de manera completa, resulta que sólo la parte que dice: “…el respeto al derecho ajeno es la paz”, suele ser la más popular y conocida de todo el texto.
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