El gobierno de la sociedad cultural maya cayó en manos de los principales clanes, quienes tenían el monopolio de las tareas administrativas, especialmente religiosas. Los descendientes de los fundadores son verdaderos dioses vivientes que tienen el liderazgo político, económico, judicial y militar de la sociedad; por tanto, tienen derecho a ceder los cargos políticos de mayor responsabilidad a sus hermanos y sobrinos. El poder todopoderoso de Halach Huinich (Hombre Verdadero), también conocido como Ahau (Señor), deriva de su papel como mediador entre sus parientes superiores (dioses) y sus parientes inferiores (humanos). Las herencias se transmiten de padres a hijos. Pero si Ahao muere sin descendientes varones, el título pasará a manos de una mujer.
Si abandona al mismo tiempo a su hija, el cargo es heredado por el hermano mayor, lo que provoca una profunda transformación de los distintos linajes del clan. Halach Huinic controlaba la vida comunitaria desde la capital regional y contaba con la ayuda de una segunda tribu gobernante, los Batabub, que dirigían centros secundarios subordinados, presidían los consejos comunitarios y supervisaban la recaudación de tributos y la justicia distributiva. En tiempos de guerra, Batabub debe entregar el poder a Nakom, que es el líder militar supremo y disfruta de pleno poder durante un máximo de tres años.
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