El comienzo de esta peculiar ruta podría ser el Santuario de Guadalupe, mejor conocido como “Guadalupito” (no confundirlo con la iglesia del pueblo conurbado de Guadalupe). Ubicado en el extremo sur del Centro Histórico, casi en el cruce de las avenidas González Ortega y Morelos, este bello templo de estilo ecléctico tal vez sea el edificio con mayor número de agujeros de bala en toda la ciudad. Columnas, marcos, cornisas y muros están llenos de cicatrices de la batalla, pero curiosamente solo la portada las ostenta; la cúpula, erigida en 1940, y las torres que ya son de nuestro siglo están libres de ellas.
La avenida González Ortega se convierte más al norte en la elegante avenida Hidalgo. El cruce de esta vía con el callejón de Rosales, donde se extiende el Portal de Rosales, es un excelente punto para ejercitarse en el arte de reconocer agujeros de bala del 23 de junio de 1914. A primera vista uno suele pasarlos por alto; pero cuando uno se fija con detenimiento en el Portal, ahí están los hoyos en los arcos, en los pilares y aun en los muros del piso superior. El edificio a contraesquina (Sanborns) tuvo también infinidad de agujeros, solo que en años recientes estos fueron resanados. En el mismo cruce, pero en la esquina suroeste, se levanta otro que bien podría competir con Guadalupito como el más agujereado de Zacatecas. En su cara norte contamos dos docenas de hoyos fácilmente visibles. Pero lo llamativo del asunto es que únicamente se concentran en ese lado del edificio, lo cual sugiere que aquí la “lluvia de balas”, de la que hablan los relatos de la Toma de Zacatecas, vino sobre todo desde el norte.
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