En México los globos aerostáticos se llamaban globos de Cantolla por el pionero Joaquín de la Cantolla y Rico, quien los puso de moda desde los 1860s
Grabado del siglo XIX del Gran Teatro Nacional de México. Su destrucción en 1900 sólo fue tolerada por la promesa de construir el actual Palacio de Bellas Artes
Dentro de estas maneras de buscar un contento, la gente trataba de encontrarlo de muchas formas. Desde célebres payasos, hasta circos como el Jordán, el Magnolia o el Orrín. Otra manera de entretenimiento bastante frecuente era ir a ver la lucha entre animales entre: osos, toros, leones, elefantes y gallos, por mencionar ejemplos.
Los globos aerostáticos eran novedosos y frecuentados; estos fueron de entretenimiento para la clase media. En las calles se tocaba música por organilleros, había tal multitud de músicos, que se le pidió a la autoridad tomar cartas en el asunto por la cantidad de ruido que había. Las clases altas iban a la ópera, a la opereta y al teatro. El Gran Teatro Nacional atrajo al público hasta su demolición, en 1900 y si no hubo motines por eso fue por la promesa de hacer lo que hoy conocemos como el Palacio de Bellas Artes, que la revolución dejó inconcluso.
Las excursiones estaban de moda. Muchas veces se llevaban a cabo por ferrocarril. Hasta antes de su concurrida inauguración en 1900 ir a ver el avance de la costrucción del Gran canal de desagüe de la Ciudad de México fue un paseo muy frecuentado por la gente de clase alta. Popo-Park era a principios del siglo XX un lugar de gran moda para elegantes excursiones. La belleza de sus alrededores, la inigualable vista del Popocatépetl, el clima, la cercanía con la ciudad de México eran sólo unas ventajas. También lo era que ahí se practicara uno de los deportes de moda, el futbol, apadrinado por el inglés Thomas Phillips, quien incluso prestó parte de los terrenos de su casa para que los integrantes del British Club hicieran ahí sus entrenamientos. En [[1906] ] el Popo-Park fue aún más visitado porque ahí celebraron sus bodas de plata don Porfirio y su esposa, doña Carmelita Romero Rubio de Díaz. En la ciudad de México y otras del país estaban de moda las caminatas, por ejemplo por San Ángel, las kermeses, los combates de flores, los bailes de fantasía, y nuevos deportes como la natación, el ciclismo, el polo, el patinaje sobre ruedas, y el golf.
El Popocatépetl, que dio su nombre a Popo-Park. visto desde la vecina Amecameca
El British Club en 1903
Las audiciones dominicales en la Alameda de la Ciudad de México y en todos los parques importantes del país eran actividades recurrentes de la clase media. En épocas posteriores el compositor Salvador Flores Rivera inmortalizó la costumbre con su canción Vámonos al parque, Céfira. En la Alameda tocaba la banda del batallón e interpretaban oberturas y áreas de ópera, valses y marchas de compositores extranjeros y mexicanos, como Carmen de Juventino Rosas y la Marcha Porfirio Díaz de Genaro Codina, autor de la Marcha Zacatecas. Por todo el territorio proliferaron las tertulias literarias y las reuniones en torno a una tasa de café. Hacer versos, tocar piano o pianola y cantar eran diversiones cotidianas. El béisbol y el basquetbol empezaban a ser apreciado, además del patinaje, los paseos con el velocípedo y el remo. Hubo además inicios cinematográficos, entre estos estaba “El viaje del presidente Porfirio Díaz a Mérida”.
Para las clases altas y media, las corridas de toros eran vitales. El mexicano de ese tiempo no podía faltar a ellas. Porfirio Díaz impidió que el diputado José López Portillo y Rojas las suprimiera. Toreros españoles eran bien recibidos en México, tal fue el caso de Luis Mazzantini. En el teatro estaban de moda las tandas del Principal, a las que asisten las clases altas y en las que se llena al público no sólo con la música jacarandosa, sino con el sainete alegre y divertido.
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