La llegada de Colón, así como de los viajeros que le siguieron, a las islas caribeñas permitió que los españoles fueran conociendo algunas de las costumbres de los pueblos con los que se encontraron y que les llegaran noticias sobre la extrema riqueza que había hacia el occidente. Poco a poco diferentes expediciones se fueron acercando a las costas mexicanas y finalmente, en marzo de 1517 Francisco Hernández de Córdoba tocaría las costas de Cabo Catoche, Campeche y Tabasco. Pedro de Alvarado iniciaría en 1518 una nueva expedición a tierras mexicanas, la cual llegaría a Isla Mujeres y a la Isla de los Sacrificios (llamada así por la cantidad de sacrificios encontrados). En el trayecto entraron en contacto con representantes mexicas quienes ofrecieron valiosos presentes a los extranjeros, esto atraería aun más la ambición y la avaricia de las conquistadores en su búsqueda de riquezas. La creencia mesoamericana del regreso de Quetzalcóatl facilitó de alguna manera la Conquista emprendida por los españoles. La leyenda contaba que Topiltzin, quien gobernaba a los toltecas bajo el nombre de Quetzalcóatl, debió abandonar a su pueblo tras faltar a su castidad. Antes de partir prometió volver por el oriente en un año Ce Acatl. La llegada de los españoles, por el oriente, en 1519, año Ce Acatl, fue interpretada por los mesoamericanos como el regreso de Quetzalcóatl. Además de la creencia en el regreso de Quetzalcóatl, diversos fenómenos fueron considerados como presagios de que algo extraño sucedería. La aparición de un cometa, el incendio del templo de Huitzilopochtli, el llanto de una mujer que llamaba a sus hijos y otros sucesos extraños, fueron considerados como presagios funestos entre los mexicas.
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