jueves, 11 de noviembre de 2010

Renovación fallida

Desde 1929, la historia del PRI había sido de triunfos, de carro completo. En 1988 el barco estuvo a punto de naufragar, pero el sistema operó en favor de Carlos Salinas.
El voto del miedo -acusó la oposición- permitió que Ernesto Zedillo obtuviera la cifra más alta de sufragios para un candidato presidencial, pero en las elecciones intermedias de 1997 la oposición logró su primer gran triunfo electoral, que ayer se ratificó.
En toda su historia, el PRI se sometió a la voluntad presidencial que, como reconocen Miguel González Compeán y Leonardo Lomelí, en El partido de la Revolución, institución y conflicto 1929-1989, "era la pieza central de este sistema; pero esto sólo fue posible gracias a un complicado sistema de equilibrios políticos, basado en una gran cantidad de contrapesos y lealtades".
Sujeto al control presidencial, este mismo detuvo durante al menos 15 años la consolidación de la reforma interna, señalan los autores, y advierten que la "sana distancia" que planteó Zedillo -"idea generadora de confusión entre la clase política y los militantes del PRI", que lo percibieron "como un abandono"- ya como presidente electo se tornó en "inevitable cercanía", luego de la crisis económica de diciembre de 1994 y de la gran derrota electoral de 1997.
La única gran victoria de la militancia se anotó en la 16 asamblea con la imposición de los candados, que -mencionan los mismos autores- restringió "la capacidad de maniobra del Presidente para la elección de su sucesor. Zedillo recibía por primera vez el efecto directo de su pregonada sana distancia y de años anteriores de alejamiento implícito" del partido.
Pero Zedillo llegó al 70 aniversario del partido a imponer línea, y propuso elegir al candidato mediante un procedimiento que finalmente no se aplicó; la elección se desarrolló entre acusaciones sobre el avasallamiento del sistema en favor de Labastida.
En 45 años, señalan González Compeán y Lomelí, aparentemente el Revolucionario Institucional no se transformó, y aseguran que, a partir de los setenta, vieron el surgimiento de tensiones en el tricolor, las cuales derivaron en la pérdida paulatina de consensos. "En realidad -afirman-, las tensiones siempre han existido; lo que en ocasiones ha faltado es capacidad para resolverlas dentro de los cauces institucionales que el propio partido intentó construir".
En los últimos años una oposición más fuerte fue ganando terreno, gubernaturas y posiciones en el Congreso, en elecciones siempre cuestionadas.
Hasta ayer el sistema funcionó bien. "Del PRI hasta una vaca puede ser candidata", dijo en alguna ocasión Andrés Manuel López Obrador. El tlaxcalteca Tulio Hernández lo diría, en su particular estilo: "Con el poder, hasta lo pendejo se quita".

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