La etapa comprendida entre 1880 y 1890 es reflejo de los esfuerzos gubernamentales para consolidar en México el sistema capitalista. La política de Manuel González y Porfirio Díaz trató de fomentar el desarrollo económico de México; ambos presidentes se esforzaron por instalar un gobierno fuerte, capaz de ejercer un control a lo largo y ancho del país; para conseguirlo no tuvieron empacho en atacar a los “modestos” poderes locales que impedían escuchar la voz del mandatario. Disminuyó la fuerza de los caciques de Puebla, Jalisco y Zacatecas. Durante su segundo periodo presidencial (1884-1888), Díaz se impuso a cuantos hombres opacaban su poder; aquellos que pensaban que el país necesitaba un guía firme, le dieron su simpatía considerándolo el héroe de la paz y hombre indispensable; único capaz de conducir a la nación hacia su grandeza.
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