El movimiento estudiantil puso de manifiesto la necesidad de un cambio en la cultura política de la sociedad mexicana, para iniciar así un proceso de transición a la democracia que, a partir de entonces, ha transucrrido de manera lenta pero efectiva, y se ha reflejado en diversos planos de la vida política nacional. Como consecuencia de este movimiento se cuestionó la validez del modelo de desarrollo y se replanteó el fortalecimiento del papel del Estado como árbitro de los conflictos sociales y promotor natural de las soluciones negociadas.
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