Como consecuencia de la inminente implantación del gobierno centralista y la limitación de la libertad de los estados, Texas, a la sazón habitado, en su mayor parte, por colonizadores estadunidenses, encontró el pretexto ideal para declarar su independencia de la Repúbilca. Apoyado incluso por mexicanos destacados como Lorenzo de Zavala y Valentín Gómez Farías, Esteban Austin declaró la independencia definitiva de Texas el 2 de marzo de 1836. Antonio López de Santa Anna se puso al frente del ejército mexicano para someter a los insurrectos logrando sendas victorias en batallas como las de El Alamo y del Encinal entre otras. Sin embargo cuando descansaba con sus tropas a orillas del río San Jacinto, fue sorprendido por Samuel Houston quien lo hizo prisionero. Santa Anna fue llevado a la bahía de Galveston en donde se comprometió a no volver a tomar las armas en contra de Texas. Aunque el congreso mexicano desconoció el acuerdo firmado por Santa Anna, la independencia de Texas era inminente. En 1841, en México, la Junta de Representantes designó como presidente provisional a Antonio López de Santa Anna, quien muy pronto buscaría la manera de controlar en forma absoluta los destinos nacionales. Para ello se acogió al sexto punto de las Bases de Tacubaya que establecía que "las facultades del Ejecutivo provisional son todas las necesarias para la organización de todos los ramos de la administración pública". En colaboración con la Junta de Representantes, publicó el 10 de diciembre de 1841 la convocatoria para las elecciones de diputados.
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