Mercedes Quesada no pegó ojo toda la noche previa al día electoral. Ya estaba vestida --un modesto vestido de algodón floreado y un suéter de punto marrón-- cuando su hijo llegó al viejo casco de la hacienda para ducharse. Afuera no amanecía aún. En la casa grande la vieja sirvienta Panchita no había tenido tiempo ni de preparar café.
--Ya, mamá--saludó Vicente Fox, estrenando 58 años.
--Ya, hijo--
El bajó la cabeza y ella le dio su bendición.
--Para bien o para mal, toda la familia va a estar contigo hoy--le dijo.
Esta mujer de 83 años, donostiarra en un muy pasado origen, no despega los pies de la tierra. Ajena a la euforia que rodeó todo el día a su familia, se declaró simplemente "contenta" y "orgullosa por el hijo machacón". A su lado estuvo hasta el fin de la jornada, que resultó "para bien" del guanajuatense que prometió en su campaña "llevar al país al cuadrante del éxito donde están los países que crecen y distribuyen el ingreso".
Los muchachos Fox también se bañaron en casa de la abuela. En su rancho la bomba de agua estaba descompuesta. Y con el pelo aún goteando, a las ocho en punto, el propio Fox abrió las dos hojas de la puerta de entrada de la bella casa solariega de San Cristóbal, municipio de San Francisco del Rincón, y caminó hacia la reja. Es la casa principal del pueblo. Enfrente está el pequeño parque de rosales, el kiosko y la mínima iglesia de torre alta.
Una empleada de la familia, toda ella de fiesta, gritó hacia el kiosko: "¡Ya!", y la banda de alientos "La Purísima" se arrancó con las mañanitas. Empezaba a brillar una mañana "muy feliz" para el candidato a la presidencia de Alianza por el Cambio.
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