--¡Viva Vicente el magnánimo!-- quiso cortar con un vozarrón el grito de uno de los muchos panistas desbordados, Rodolfo Bermejo, de Chihuauhua.
El foco de tanto jolgorio, Vicente Fox, acababa de decir, en un mensaje en el que cuidó al extremo declararse ganador, que felicitaba a sus oponentes, contra quienes había combatido "con pasión".
Empezaba la hora 25 de una jornada electoral marcada por la incertidumbre. Y ésta había cedido su lugar a la obsesiva melodía de campaña "México-ya, México-ya". Las encuestas de salida de casilla de las principales empresas autorizadas para esta medición habían marcado una pauta que, de confirmarse, sería ya irreversible: Fox había ganado la partida a su más cercano contrincante, el priísta Francisco Labastida.
Ni en año nuevo se reparten tantos abrazos como a las nueve de la noche de ayer en avenida Coyoacán y José María Rico. A sus 60 años, el partido tradicional del conservadurismo mexicano sentía al fin que llegaba su oportunidad de entrar a Los Pinos, de sentar a uno de los suyos (aunque fuera neo) en la Silla. En la calle, mientras tanto, desfilaban en sus autos los foxistas formando un río de banderas blanquiazules. "Sí se pudo, sí se pudo". Máscaras de Fox. Letreros dibujados con plumón: "Fox, I love you", "Fox number one". El escenario natural para las manifestaciones panistas es la glorieta del Angel de la Independencia, en la avenida Reforma, y hacia allá se dirigieron los militantes a cumplir el obligatorio ritual de la celebración. De todos los tamaños, las manitas de hule espuma haciendo la "V" de la victoria fueron esgrimidas como sello de lo que, en palabras del dirigente nacional del PAN, Luis Felipe Bravo Mena, constituyó "una jornada de estricto carácter histórico". Fue desplegada también una manta gigante que no perdonó la burla a uno de los lemas preferidos del labastidismo: "Que el poder sirva a la gente." La manifestación triunfal no rebasó las dos mil almas.
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