Didjaza, La mamá de Tehuantepec.-
Juana Catalina Romero una mujer de leyenda que se forjó un lugar especial en nuestra historia.
Amiga y compañera sentimental de Don Porfirio Díaz, tipo aristócrata, mestiza de origen zapoteco y criollo y con fama de bruja blanca que sabía de pociones y remedios. Se dice de ella, que era una mujer muy atractiva, de finos y elegantes modales y que sin embargo conoció al futuro presidente de México ¡jugando al billar! No olvidemos que estamos hablando del siglo XIX. Al parecer nació en un barrio de nombre Jalisco, en Oaxaca, el 24 de noviembre de 1837 (algunos sitúan la fecha de su nacimiento el 27 de noviembre).
Hay un tipo especial de anécdotas, de aquellas que se les atribuye a los hombres y mujeres que por sus acciones rebeldes y fuertes son arropados por algún tipo de fama que rayan en lo insólito, en el mito. La historia de “La mamá de Tehuantepec” (sobrenombre otorgado por el pueblo) reboza de este tipo de relatos y un ejemplo entre tantos, es la conocida leyenda, con corte romántico, en el que se dice, así sin más, que ya siendo presidente Don Porfirio Diaz mandó que el nuevo ferrocarril pasara justo por la puerta de la morada de Juana Catalina sólo para bajar del vagón presidencial y poner un pie en la entrada de su casa.
Es de suponer que la ruta original del nuevo transporte ya contemplaba el paso por ese pueblo, y de manera coincidente, cerca de la casa de Didjaza. También es difícil creer que alguien con el carácter de Juana Catalinaaceptara el ruido y molestias que le generaría el paso continuo de aquellas pesadas máquinas de hierro. Actualmente existe un museo dedicado a la heroína en lo que antaño fue su propia casa, así que sólo es necesario buscar la vía férrea y ver hasta que punto la leyenda opacó a la realidad.
Pero al fin y al cabo, y sin lugar a dudas, Juana Catalina Romero fue una mujer excepcional que contribuyó en mucho con el progreso de la zona de Tehuantepec, Oaxaca. Construyó escuelas para niños y niñas, levantó ingenios, se hizo de una gran fortuna por su propia mano y hasta creó costumbres y modas para las fiestas del Istmo.
Hubo un viajero-sacerdote francés, Charles Etienne Brasseur, muy conocido por sus trabajos en arqueología, etnología e historia prehispánica y que al parecer fue tan profundamente impresionado por esta mujer, que apuntó en uno de sus libros que Juana Catalina era la Malinche, la diosa Isis y la reina Cleopatra. Tal era su porte.
La relación que sostuvo con el General Díaz nunca se enfrío y curiosamente murió el 19 de octubre de 1915, casi tres meses después del fallecimiento del gran estadista.
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