Para el año de 1866 y durante el llamado “Segundo Imperio”,
las fuerzas conservadoras y sus aliados europeos no han logrado imponer un completo control en el territorio mexicano. Las fuerzas republicanas no han dejado de luchar para recuperar y liberar al país de los invasores. En el sur, pese a contar con fuerzas militares poco entrenadas y mal armadas, el general Porfirio Díaz, duro contrincante de los franceses, protagoniza una serie de batallas que poco a poco van minando el dominio de las tropas “imperiales”.
El 3 de octubre de ese año, en Miahuatlán (Oaxaca), hubo un importante y determinante enfrentamiento entre el recién reorganizado ejército de Oriente (al mando del general Díaz), con refuerzos de pobladores oriundos del lugar (comandados por el capitán Apolinar García) y el ejército francés.
Los republicanos cuentan apenas con 1,000 hombres mal armados y mal entrenados, mientras las fuerzas de los invasores suman más de 2,000 efectivos, que por el contrario, se encuentran bien entrenados y muy bien armados.
Los republicanos cuentan apenas con 1,000 hombres mal armados y mal entrenados, mientras las fuerzas de los invasores suman más de 2,000 efectivos, que por el contrario, se encuentran bien entrenados y muy bien armados.
Gracias al gran conocimiento del terreno y la exitosa estrategia utilizada por el aguerrido general, en la conocida como “Batalla de Miahuatlán”, los republicanos derrotan significativamente a las fuerzas imperiales en un lugar llamado “loma de los nogales”. Esta fue la primera batalla de tres, en las que el brillante general fue el vencedor indiscutible, y a partir de la cual comenzo la caida definitiva del ejército invasor. Las otras dos de suma importancia en esta guerra fueron: La Batalla de la Carbonera (Telixtlahuaca, Oaxaca) y La Batalla del 2 de abril (Puebla).
Tiempo después, el general Díaz, consideraría a esta batalla como la acción militar de mayor brillantez de todas en las que estuvo envuelto.
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