Los franceses, con su acostumbrada y extrema arrogancia, habían imaginado que la conquista de esta ciudad sería casi un paseo, que no habría resistencia. Ese día los invasores fueron derrotados y tuvieron que retirarse. Porfirio Díaz, bajo el mando del General Zaragoza, toma parte activa en esta batalla. Pero es casi un año después, durante el Sitio de Puebla, donde el brillante General comienza a destacar entre los demás.
Nos dice al respecto el General Francisco P. Troncoso en un escrito que hizo en 1862:
“El General Porfirio Díaz, que manda la Brigada de Oaxaca de la División Berriozábal, es un jefe muy templado, de gran reputación y simpatía. En la acción de Pachuca se distinguió y se dio a conocer por los viejos soldados que estaban en México, pues fue muy alabado por el General Tapia que mandaba en Jefe. Se cuentan de él muchos actos de valor, tenacidad, resolución y astucia en los numerosos combates que ha tenido. Se dice que en Tehuantepec, Juchitán, Oaxaca y otros diferentes puntos tuvo acciones que lo acreditan tanto, que se le tiene ahora como el primer soldado del Estado, (de Oaxaca) donde ya es candidato para gobernador, aunque él no quiere y se ha rehusado. Ha sido herido varias veces, entre otras acciones, en Ixtapa y Oaxaca. En Jalatlaco llevó a cabo un movimiento audaz y oportuno, derrotando a Márquez; y esto me consta, porque yo estaba en Toluca y lo supe en el acto. Como es muy sabido, el 5 de mayo se distinguió extraordinariamente como Jefe de la derecha (sic), rechazando y persiguiendo al regimiento de infantería francés…” Decenas de anécdotas surgen en esas batallas de calle por calle, casa por casa, cuarto por cuarto, dentro de la ciudad sitiada. Los grandes personajes hacen historia al ser parte de hechos heroicos, románticos, y a veces, hasta chuscos. Porfirio Díaz es el constante protagonista de estos hechos. Dos relatos nos muestran la intensidad de la lucha:
El 2 de abril, al anochecer el enemigo hace un ataque a San Marcos. Los franceses, que ocupan las dos manzanas que forman la calle del Mesón de Guadalupe, arremeten con su artillería y abren una brecha. La gran columna de zuavos que a la carrera penetran al interior del patio son contenidos por las fuerzas mexicanas al mando de Díaz. Después de tres horas de lucha cuerpo a cuerpo ¡dentro de las habitaciones! los franceses tienen que retirarse precipitadamente. Díaz se bate en repetidas ocasiones y se le llega a considerar herido, pero por fortuna sale ileso. En otro enfrentamiento, el 19 de abril, durante los ataques a la calle de las Ruinas y a la manzana del Mesón de la Reja, un batallón irrumpe violentamente tratando de penetrar a las fortificaciones de las casas. Doscientos hombres mexicanos les salen al paso pero poco pueden hacer contra ochocientos atacantes.
Los defensores, aunque batiéndose, comienzan a retroceder, ya que el repentino ataque los ha tomado por sorpresa. Los invasores, con sed de venganza por las anteriores pérdidas, los siguen de cerca y no dan cuartel. Pese a los grandes esfuerzos de los Jefes y Oficiales la retirada se convierte en una fuga tan desorganizada que toda la posición queda bastante comprometida. En el momento más terrible de la situación aparece el General Díaz, que con potente voz y exponiéndose claramente, ordena a los soldados: ¡Alto! Algunos valientes obedecen en el acto. Díaz corre de grupo en grupo, detiene a unos y grita a otros, y con dureza toma el control. Los soldados animados por la actitud de su Jefe se reagrupan mientras el enemigo vacila por lo inusitado de la reacción. Con la oportuna llegada del General, y minutos más tarde, con el arribo del Batallón de Toluca y una Compañía de Oaxaca se restablece el equilibrio de las posiciones. Este tipo de acciones militares, entre muchas más, hacen que el prestigio de Díaz, tanto en México como en el exterior, crezca a grandes alturas. Los mismos franceses se lo reconocerían años después en París.
Tras la inevitable caída de la ciudad de Puebla, el General Díaz es apresado junto a decenas de oficiales y Jefes del Ejército de Oriente en el Convento de Santa Inés, pero poco antes de ser embarcado con rumbo a Europa, el valiente militar logra escapar de sus captores. El 31 de mayo Benito Juárez le asignó a Díaz el cargo de gobernador interino de la ciudad de Oaxaca. Lo que resta del año de 1863 y casi todo el año de 1864, Díaz y Manuel González desarrollaron una lucha de guerrillas que mantuvo a los franceses a raya. Paralelamente, en el Castillo de Miramar (Trieste, Italia) el 10 de abril del mismo año, el archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo era proclamado emperador de México. En 19 de febrero de 1865 se inicia el sitio a la ciudad de Oaxaca por el general François Achille Bazaine.
Tras cuatro meses de asedio, Porfirio Díaz se vio obligado a rendir la plaza y a quedar preso por segunda vez y ante el mismo enemigo (22 de junio). Don Justo Benítez, compadre del general mexicano, ante la orden de Aquiles Bazaine de fusilar al valiente jefe militar con el cargo de sedición, intercede por él, y con éxito, logra cambiar la sentencia a cadena perpetua. Porfirio Díaz que no era un soldado común que dócilmente aceptara su cautiverio, logra escapar de su prisión de poco más de un año, en el Convento de las Carmelitas, Puebla, y de inmediato organiza una pequeña fuerza militar. En los meses siguientes, el aguerrido general reorganiza el Ejército de Oriente con la ayuda de Juan Álvarez. Participa y triunfa como comandante en tres importantes batallas:La Batalla de Miahuatlán, Oaxaca (3 de octubre de 1866), la Batalla de la Carbonera, Telixtlahuaca, Oaxaca (18 de octubre 1866) y en la famosa Toma de Puebla del 2 de abril de 1867.
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