A mediados de 1854, en junio, la situación se torna tan difícil por la fuerte ofensiva gubernamental, que Comonfort se ve obligado a partir a los Estados Unidos. Algunos historiadores afirman que el banquero Gregorio Ajuria le facilitó sesenta mil pesos para la compra de armas, pero en los “Papeles Secretos de Comonfort” de la biblioteca de la Universidad de Austin, se consigna a John Temple como el verdadero proveedor de las armas. Sea como fuere, el hecho es que Comonfort logró desembarcar en Acapulco con una importante dotación de armas para la revolución.
Mientras tanto, el gobierno central convoca a un “libre” plebiscito en el que se pregunta si “Su Alteza Serenísima Don Antonio López de Santa Anna” debe continuar en la presidencia y en caso contrario quien debería ser el substituto. Pese al resultado adverso, se anuncia que el pueblo ha votado a favor de la permanencia de Santa Anna en la presidencia y el 1º de febrero de 1855 se emite un decreto confirmando el resultado. A aquellos que habían votado en contra se les enjuicio, persiguió y encarceló. Entre los acusados se encontraba un joven partidario de Juan Alvarez y de la Revolución de Ayutla: Porfirio Díaz.
Todavía en 1853 y con el afán de conquistar el sentimiento patriótico del pueblo, Santa Anna hace la convocatoria y concurso para la composición de lo que hoy es nuestro Himno Nacional.
Para 1855 la Revolución ya había cobrado muchísima fuerza y se encontraba extendida a lo largo del país. Los liberales en el exilio deciden participar en la lucha y se integran a las fuerzas revolucionarias. Melchor Ocampo, ex-gobernador de Michoacán y Benito Juárez, ex-gobernador de Oaxaca, entre los más importantes.
Santa Anna ya con pocos recursos y apoyos, recrudece las medidas de represión y amenaza con la quema total de los pueblos que cobijen a las fuerzas rebeldes. Hace fuertes campañas militares contra los insurrectos en Michoacán pero sólo logra echarlos hacia la costa sin vencerlos realmente. No obstante, el dictador se presenta en la ciudad de México como claro triunfador, exigiendo que de esa manera sea reconocido so pena de declarar al que no lo hiciere como traidor a la patria.
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