lunes, 14 de octubre de 2013

Revolución de Ayutla

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El estado político del país en marzo de 1854 era, de nueva cuenta, un polvorín que estallaría en cualquier momento.

Los omnímodos poderes otorgados a Antonio López de Santa Anna habían exacerbado los ánimos de la clase política liberal de ese momento. Desde el 16 de diciembre del año anterior, en que se había promulgado un inusitado decreto que confería a Santa Anna una serie de prerrogativas por completo ajenas al ideario básico de una república, el descontento general en el país crecía a pasos agigantados.
La difícil situación por fin explotó en Guerrero (actual Estado de Guerrero desde 1849).Juan N. Álvarez, Ignacio Comonfort y el coronel Florencio Villareal lanzaron un plan que básicamente exigía la renuncia inmediata del dictador, la instauración de una presidencia interina y la convocatoria a un congreso constituyente.
El movimiento conocido como “La Revolución de Ayutla“, tuvo desde sus inicios una gran aceptación popular y política. Los pueblos del sur de Guerrero y Michoacán apoyaron decididamente la revolución que encabezaba el general Juan Álvarez. Con el fin de contrarrestar la insurrección, el dictador tomó tan draconianas medidas de control que hasta se decretó la muerte a todo aquel que tuviera en su poder algún ejemplar del Plan de Ayutla y no lo entregara a las autoridades.
Juan Alvarez
Juan Alvarez
También ordenó la inmediata puesta en marcha de las fuerzas militares de los territorios limítrofes con Guerrero, el envío de una fuerza militar comandada por Tomás Moreno(quien se pasaría al lado de la Revolución), la leva y el aumento del presupuesto del gobierno central mediante nuevos impuestos y aduanas, pero su acción más significativa fue ponerse al frente de un ejército de 5,000 hombres. Esta importante fuerza militar llegó a la ciudad de Acapulco, corazón de la insurrección, el 19 de abril de 1854, o sea poco menos de un mes de lanzado el plan.
El Ejército Restaurador de la Libertad (pomposo nombre con el que se autodenominaron las fuerzas rebeldes) al mando de Ignacio Comonfort se resguardó en el fuerte de San Diego. Las fuerzas de Santa Anna intentaron una y otra vez conquistar la fortaleza pero sin ningún éxito. Las bajas, deserciones y enfermedades habían debilitado de manera tan importante la moral y la efectividad del ejército central, que el dictador se vio obligado a ordenar la retirada. Se cuenta que en el camino de regreso a la ciudad de México el ejército de Santa Anna fue quemando y destruyendo pueblos que habían apoyado la insurrección.

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