viernes, 4 de octubre de 2013

Glorias Nacionales

puebla

Rasgos caracteristicos en la jornada del 5 de mayo de 1862

En los alrededores de Puebla

I.
Nada se revela mejor el carácter de un pueblo como en esos rasgos espontáneos, en esos arranques inesperados que tienen lugar en el calor de la acción. Allí está la naturaleza toda entera; allí habla el corazon movido por sus propios impulsos; en esos momentos obra el instinto; no hay lugar á la meditacion, lo que se hace no es hijo de la reflexión sino de la naturaleza.
No hay tiempo de calcular qué será mejor, ni de tomar una actitud heróica: el carácter se revela tal cual es, repetimos.
El carácter mexicano ha brillado en los mil episodios de la gloriosa jornada del 5 de Mayo en los alrededores de Puebla, como es: noble, valiente, generoso, caballeresco, humano.
Los hechos todos ese día son el mejor y mas solemne mentís que puede darse á las calumnias que durante muchos años se han verdito en Europa, contra nuestro pueblo, por personas interesadas en desconceptuarnos ó por viajeros superficiales, que han dado por estudios sociales sobre México, sus sueños y sus desvaríos.
Nuestro ejercito formado de guardias nacionales y ciudadanos que han empuñado las armas movidos por su patriotismo, ha demostrado que cuando llega la hora del peligro, cuando se trata de defender el honor y la independencia del país, sabe cumplir con sus deberes y conquistar con su firmeza, con su valor, con su instrucción un laurel victorioso. Ese ejército, que los invasores creían ver huir, aterrorizado, ante su presencia, aunque menor en número, ha resistido, sin arredrarse ante la justa fama, ante el renombre europeo de sus agresores, y no solamente ha resistido, sino que tres veces los ha rechazado, saltando de sus parapetos para perseguirlos.
Los soldados mexicanos á quienes se pintaba con los mas odiosos colores, cobardes, vengativos, crueles, han demostrado en esa vez todo lo contrario; y despues de portarse como valientes, como dignos de combatir con los vencedores en Sebastopol, en Solferino y en Magenta, han dado brillantes pruebas de generosidad.
No tenemos que registrar ni un solo acto de crueldad. No parece sino que cada soldado comprendia que cada uno de aquellos á quienes acababa de vencer era su hermano, y un hermano que tenia necesidad de protección y de amparo.
Así hemos contemplado muchos de esos rasgos sublimes que guarda la historia en sus páginas, de combatientes que lanzando el arma mortífera han abrazado á su enemigo herido, y con todo el cuidado con que un padre llevaria á su hijo, le han conducido á un lugar seguro, para prodigarle toda clase de auxilios.
Esta conducta de nuestros soldados honra á México; habla muy alto en favor del carácter nacional, y por lo mismo nos proponemos consignar en esta líneas algunos de esos rasgos.
No son ellos hijos de la imaginación, ni tampoco de la simpatía que como mexicanos tenemos por nuestros soldados.
Son hechos que han pasado á la vista de ambos ejércitos; á la luz del mediodia, en esos momentos en que se tiene por teatro á la nación entera.
II.
El Sr. general D. Felipe B. Berriozabal en el parte oficial que dirigió al Cuartel Maestre del ejército de Oriente, sobre la defensa del cerro de Guadalupe, dice lo siguiente:
“A las once de la mañana, por orden del ciudadano general en gefe, me dirigí á paso veloz á la altura del cerro de Guadalupe con el objeto de auxiliar al ciudadano general Miguel Negrete, encargado de la defensa de esa posicion.
“Convine con el general Negrete en que, con sus reservas y mi brigada formáramos una batalla apoyada por una zanja ensolvada, en cuyas estremidades se encuentran los puntos de Loreto y de Guadalupe.
“A las once y tres cuartos dos batallones de Zuavos estendidos en tiradores, se nos presentaron haciendonos un fuego mortífero y preparado la carga de dos fuertes columnas que avanzaban intrépidamente sobre nuestra linea, protegidas por un fuego vivísimo de su artillería rayada. Nuestros tiradores de batalla se replegaron en buen órden, y el enemigo con una bravura propia del soldado frances y digna de mejor causa, se arrojó sobre nosotros.
Nuestros sufridos soldados, no menos valientes que los franceses, recibieron el fuego nutrido de los Zuavos sin disparar sus armas, esperando la voz de mando de sus gefes.
Cuando tuvimos al enemidoo á menos de cincuenta pasos, el ciudadano general Negrete y yo mandamos romper el fuego,  los valientes soldados franceses vinieron á morir á quince pasos de nuestra batalla. Las columnas fueron diezmadas por nuestros fuegos puestas en completo desorden y obligadas á huir al frente de nuestros modestos soldados de México, quienes cargaron inmediatamente sobre aquellos, trabándose entre algunos soldados un reñido combate á la bayoneta que nos hizo al fin dueños del campo.
“El enemigo, entendido y tenaz, tenia preparadas nuevas y fuertes columnas de tiradores con las que volvió inmediatamente á la carga; pero habiendo nosotros restablecido la batalla, esperamos el otro empuje que hacia el enemigo. Sus esfuerzos fueron inutiles, y por segunda vez lo obligamos á huir dejando multitud de muertos; por segunda vez tambien cargaron con un arrojo estraordinario nuestros cuerpos, y el ejército francés habria quedado enteramente destruido en estos momentos si hubieramos tenido desde el principio alguna caballería de qué disponer.
“El enemigo no repitió su ataque de frente; pero si volvió a llamarnos la atención con algunos tiradores, mientras por el flanco derecho de la fortificación de Guadalupe cargaba una fuerte columna de Cazadores de Vicennes, que con un arrojo estraordinario llego hasta el foso, y algunos de sus soldados asaltaron el parapeto; más los defensores del punto, con una serenidad tambien admirable, lograron arrojarlos quedando en dicho foso mas de treinta cadáveres del enemigo.”
El Sr. general D. Miguel Negrete, en su parte oficial se espresa así:
“Por último, como á las cuatro de la tarde fueron completamente rechazados de la linea de batalla. Entonces dirigieron los invasores otra columna formada del acreditado regimiento de Cazadores de Vicennes, cubiertos por una ala de tiradores del regimiento de Zuavos, que atacó con intrepidez la fortificacion de Guadalupe llegando hasta el foso, logrando algunos cazadores apoderarse de la trinchera en la que quedaron muertos. Su columna fué al fin rechazada, saltando nuestros soldados fuera del parapeto para batirla.”
III
Aquel fué un momento solemne enq ue por una y otra parte hubo heróicos rasgos de valor. El lápiz del dibujante ha señalado el instante en que un pelotón de franceses se lanzó como un rayo, rápido, irresistible, contra uno de nuestros parapetos con el objeto de apoderarse de una pieza que hacia estragos en las filas enemigas y abrirse paso á nuestra posición.
Los mexicanos que defendian el punto, aguardaron el choque. Fué terrible! Cuando los enemigos estaban ya casi encima, nuestros soldados tendieron sus armas y no se vió mas que un relámpago entre nubes de humo, no se oyó más que una detonacion y muchos de los agresores rodaron sin vida hasta el foso. Un momento de dilacion y todo habria sido perdido!
Despues de aquel momento supremo siguó una lucha cuerpo a cuerpo. De entre todos, un soldado francés logró llegar hasta la tronera del cañon y apoyandose sobre la boca de este hizo un movimiento para herir al artillero y vencer el obstaculo que se oponía á su entrada. Aquello fué tan rápido como indescriptible. El arma del agresor estaba descargada como lo estaban todas las de los que defendian el punto, pues habia sido tal la rapidez y vigor del empujo que no dió tiempo á cargar de nuevo las armas. El artillero fué sorprendido en el momento en que al ser retirada la pieza iba a ponerle en la boca una bala.
Detras del invasor venian otros que salvaban el foso. Toda aquella escena hubiera podido contemplarse á la luz fugaz de un relámpago. El artillero se sirvio de la bala que tenia entre las manos como de una arma ofensiva, porque no tenia otra; y arriesgando el todo por el todo, sin perder para nada su sangre fria, rápido como el pensamiento, sin cuidarse del riesgo que corria su vida amenazada por la bayoneta enemiga, lanzo la bala contra su enemigo, asestándole el colpe á la cabeza. Un error levísimo en la direccion del proyectil y caia atravesado por la bayoneta francesa, y sobre su cadáver pasaba el invasor…
La respiración se suspendio en todos los pechos!
Pero la bala derribo al francés, en el momento mismo en que saltaba adentro! Cayó herido en la cabeza y aquella fué la señal de un nuevo empuje contra los asaltantes, que al fin huyeron.
El mismo artillero que con la mayor sencillez acababa de ejecutar aquella accion heroica, pasado el peligro y no viendo en el herido mas que un hermano, salvó el parapeto, y condujo en sus propios brazos á un lugar seguro al francés vencido.
Deseariamos conocer el nombre de uno y otro para consignarlos en estas páginas.
IV.
Como la escena que acabamos de referir hubo muchas otras. Los oficiales mexicanos se apeaban de sus caballos y conducian en ellos á los heridos franceses.
Un testigo presencial refiere los siguientes hechos:
“En la acción de 5 de Mayo en Puebla, se encontraron un soldado del batallon de Zacapoaxtla y un cazador de Vicennes á diez pasos de distancia, y se hicieron fuego al mismo tiempo: acerto el mexicano, que al ver caer al frances se le acercó, le recogió el fusil y cargándose al herido á la espalda, lo condujo hasta el primer hospital que encontró.
Un oficial mexicano hirió á un cazador de Africa que le apuntaba con su fusil: se bajó del caballo que montaba, colocó en él al herido, y á pié, tirando de la brida, lo llevó al primer hospital.
Otro oficial mexicano encontró á varios soldados que conducian prisioneros y despojados de sus condecoraciones á unos franceses: viendolo uno de estos, se le arrodilló pidiendole lo mandara fusilar ó que le volvieran sus cruces, y el oficial comprendiendo que para un valiente es mas sensible perder el honor que la vida, mandó á los mexicanos que devolvieran lo quitado, mediante una recompensa pecuniaria que en el acto les dió de su propio bolsillo; pero un soldado mexicano rehusó tomarla, y encarándose al que reclamaba las condecoraciones que él tenia en las manos, le dijo: “Lo que se gana con honor, solo por el honor se da; recibid vuestras cruces como un presente de la hidalguía mexicana.”
Un zuavo que habia herido á dos mexicanos, fué rodeado por varios de éstos, que le intimaron rendicion, á lo que el zuavo se negó obstinadamente, manifestando que primero se dejaria matar que rendirse, si nlo le presentaban la bandera mexicana. Por un sentimiento unánime de sus aprehensores, consistieron en darle gusto, y trajeron la del batallon de Zacapoaxtla, y al verla el francés se cubrió con ella, declarándose prisionero y bajo la protección de México. Inútil es decir, que este valiente fué dignamente respetado.
José María Lopez, regresando con su carro de conducir parque á nuestros puntos, recogió en el a tres mexicanos y tres franceses heridos, y se dirigía á Puebla, cuando encontró una partida de caballería mexicana, y temiendo que acabaran de matar á los franceses, les aseguró que todos eran mexicanos; siguieron éstos su camino, y á poco fué alcanzado por una fuerza francesa, á quien por igual temor aseguró que todos los heridos que llevaba eran franceses; pero estos no se dieron satisfechos, sino que registraron el carro que, con los heridos se llevaron á su campo, donde descubierta la piadosa superchería de Lopez fué obsequiado y socorrido con un peso diario por cuatro dias.”
Por último, lo que á todos consta, el buen trato y la escelente asistencia que han recibido los heridos y prisioneros franceses, son pruebas innegables de los humanos y caballerosos sentimientos de los mexicanos.
Se les obliga defenderse, porque son agredidos de una manera injustificable; pero cuando han cumplido con su deber, combatiendo por el honor é independencia de su patria, tanto como son valientes en al hora del combate son humanos en la victoria.
Esta conducta honra altamente á México. Lo que ha pasado es la mejor refutación de cuantas calumnias se han vertido contra nosotros por motivar la querra que se nos trae.

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